lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi mundo

LA JUVENTUD NOS DIO
UNA LECCIÓN EN EL CONGRESO

No pude evitar llorar de alegría. En un mundo en el que cada día los mayores nos empeñamos en hacer más destrozos para las próximas generaciones, ha tenido que ser una promesa de altos vuelos, el que nos pusiera a todas las caras coloradas. Para muchos ha sido la anécdota del pasado viernes, cumpleaños de la Constitución, en el Congreso de los Diputados. Personalmente entiendo que es un mensaje para todos. El joven que se permitió el lujo desde la tribuna de los padres de la Patria de sacarnos tarjeta amarilla y apuntar que no podía entender el silencio de los sindicatos en una etapa en la que un día sí y el otro también los currantes de siempre tienen el miedo en el cuerpo pensando que pueden quedarse en la calle. Incluso se le tuvo que llamar la atención, pero la lección ya había sido lanzada. Tenemos que seguir confiando en nuestra juventud.

Debo de reconocer que durante todo el verano me he irritado con la cantidad de programas de televisión en la que nuestros herederos parecían simplemente en unos amantes del botellón, el sexo o la buena vida. No era la imagen que se ajustaba a la realidad y se estaba generalizando de manera lamentable. Hay muchos muchachos, no voy a entrar en la batalla absurda de las feministas sobre los artículos, que luchan todos los días por conseguir un mundo mejor. Tienen sus inquietudes y comprenden que no estamos viviendo buenos momentos y su sangre caliente les pide marcha para combatir las injusticias y sobre todo pelear por los cambios. El próximo sábado habrá manifestación en Madrid. De salida no me gusta que los sindicatos ofrezcan media dieta para la gente que se quiera subir a los 32 trenes alquilados. Me recuerdan los tiempos del reclamo del bocadillo para ir a la Plaza de Oriente para apoyar y a aclamar al Caudillo. Esto es algo mucho más serio. Decirle a los empresarios y al Gobierno que basta. Siempre son los mismos los que tienen que pagar los atropellos que sufren. Las malas noticias se tienen que repartir entre todos y olvidarnos de los paraisos perdidos. A mi anónimo valiente le pediría que siga adelante y que se presente a las próximas elecciones. Ya cuenta con mi voto. Hasta los Leones de la Carrera de San Jerónimo sonrieron y no se durmieron como sucede cuando hablan los grandes prebostes con sus discursos vacio de contenido.

Y, hago una recomendación al que quiera para estos días de fiestas. Un libro, Cuando éramos honrados mercenarios, de Arturo Pérez Reverte. Un libro con sus mejores artículos de cada domingo en el Semanal y que te permiten mantener la esperanza de que el periodismo nunca va a morir con gente como uno de los últimos reporteros de altura. Una película para no perderse. Es de aventuras y entretenimiento. Sin mayores ambiciones. 2012. Americanada perfectamente realizada y que permite a los niños disfrutar y a más de uno pensar que a lo mejor lo del cambio climático no es ninguna tontería como hasta ahora se han empeñado en vendernos los americanos y todos sus pelotas.

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